Con la aparición de las cámaras réflex digitales, el uso de las analógicas sufrió un descenso progresivo «a la sombra». Y mencionamos «a la sombra» porque actualmente se sigue fotografiando analógicamente pero no lo concebimos de esa manera.

Mientras las cámaras digitales mejoran su tecnología y producen accesorios innovadores, hubo un resurgimiento de lo antiguo y del papel, como es el caso de las cámaras lomográficas y polaroid, cuyo revelado es obligatorio. La moda vintage está a la orden del día y estas cámaras son muy cotizadas para fotografía de ventos, bodas, viajes… Fotografías distintas que guardan muy bonitos recuerdos y que, en el caso de la cámara polaroid, puedes tener tu foto impresa en unos segundos.

Quizá los métodos de revelado, los altos costes del material analógico y el tiempo invertido en el procesamiento de las fotos han provocado que las cámaras réflex digitales se coronen como líderes del mercado. Realizar una foto y poder verla en una pantalla hace más dinámico el trabajo, además de poder elegir entre las mejores y posteriormente borrar las demás.

Son muchos los beneficios los que nos aporta esta era digital, pero aún hay grupos de fotógrafos analógicos que permanecen en la práctica de este arte y no tienen intención de abandonarlo. La sensación de hacer una foto ajustando la cámara adecuadamente, decidir qué ángulo es el adecuado, elegir si el carrete será en blanco y negro o a color, eran una actividad que nos llevaba su tiempo y una toma de decisión en toda regla. El terminar un carrete y revelarlo tú mismo se ha convertido en un ritual del cual todos disfrutan.

Es cierto que el proceso es lento, que no sabemos si vamos a obtener lo que queremos, pero como bien mencionan numerosos fotógrafos, la magia, las sensaciones y sentimientos que se generan en ese momento no se pueden comparar con la fugacidad de las cámaras digitales.

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